lunes, 26 de diciembre de 2016

La «comunicación post-mortem inducida» (CPMI)

Una nueva terapia contra la tristeza

Michael E. Tymn


Un psicólogo americano, Allan Botkin, ha puesto a punto una técnica terapéutica a base de EMDR (técnica de desensibilización por movimiento de los ojos) y de comunicación con los difuntos. ¿Alucinación o encuentro real? En todo caso, la curación es el reto.

Llamada «Induced Alter-Death Communication» (IADC) [Comunicación post-mortem inducida], la terapia elaborada por el Dr. Allan Botkin, psicólogo en Libertyville (Illinois), procede de la EMDR (Eye Movement Desensibilization and Reprocessing) [Desensibilización y reconstrucción por el movimiento de los ojos], descubierta en 1987 por Francine Shapiro, en California. Ésta última explica en su página web cómo un día que paseaba por un parque, se dio cuenta de que los movimientos de los ojos parecían aliviar las emociones negativas relacionadas con recuerdos dolorosos. Después de algunas experiencias, puso a punto un método que  al principio llamó EMD  (Eye Movement Desensibilisation) [desensibilización por el movimiento de los ojos]. La terapia funciona así: después de un análisis profundo de los problemas emocionales del paciente, se establece un plan de tratamiento. Luego, el consultante y el terapeuta examinan el o los acontecimientos que dieron origen a los problemas. El paciente es invitado entonces a concentrarse en una imagen o un pensamiento negativo concreto  siguiendo con los ojos los dedos del terapeuta que éste desplaza lateralmente en su campo de visión durante 20, 30 o más segundos. Lo ideal para el paciente es hacer el vacío en su cabeza, y guardar solamente la imagen, el pensamiento o el recuerdo en cuestión. A continuación, se le pide que se concentre en una creencia positiva, previamente definida al comienzo de la sesión; luego que se centre de nuevo en el acontecimiento que tortura (1) (2). Después de varios ciclos de movimiento de ojos, el paciente se siente reforzado en sus creencias positivas y los problemas emocionales desaparecen.

70 % de éxitos

Botkin está casi seguro de que los pacientes que han seguido esta terapia no están bajo los efectos del sueño, del fantasma o de la alucinación, pero prefiere abstenerse de toda especulación espiritual. Cualquiera que sea la explicación, el método funciona en el 70 % de los casos. Cuando se trata de un duelo, el paciente es invitado a concentrarse directamente en la tristeza. La mayor parte del tiempo, visualiza entonces a la persona fallecida que lo tranquiliza y le anima a consolarse. A veces, el difunto comunica al paciente informaciones hasta entonces ignoradas. Esta terapia funciona con gentes de todas las creencias, incluidos los ateos y escépticos.

Botkin explica: «Como psicólogo, lo que me interesa es curar a la gente que sufre profundamente, sean o no creyentes; he elegido por tanto no implicarme en cuestiones de creencias. Si tomase partido, me aislaría de muchas personas que necesitarían este método.» Esta postura de neutralidad deja al paciente la libertad de interpretar sus experiencias sin ser influido por las creencias del terapeuta.

Hasta 2003, Botkin ejerce en el Ministerio de Antiguos Combatienes. Aunque había descubierto la IADC desde 1995, no pudo promover esta terapia entre sus colegas ni entre el gran público. En efecto, el enfoque tradicional de este tipo de sufrimientos consiste en destruir los vínculos emocionales con los desaparecidos: «Están muertos, olvídalos». La IADC propone el camino contrario: invita a mantener un vínculo duradero y positivo con la persona desaparecida. Esta concepción se enfrenta abiertamente con la ciencia materialista que pretende que la vida desemboca en la nada; de aquí la indiferencia o la hostilidad con la que la gratifican  muchos terapeutas. No por mucho tiempo, según Botkin: «Aún es muy nueva, pero ya empieza a extenderse», se felicita.

Aparecido en 2005, su libro Inducet Alter-Death Communication, escribe R. Craig Hogan se está ya reimprimiendo y la televisión comienza a interesarse por él. Cuando concede su entrevista a NEXUX, acaba de terminar un documental para la emisión Good Morning America.


Del EMDR a la IADC

Botkin pasa veinte años curando a los combatientes de la Segunda Guerra Mundial, de la Guerra de Corea, de la de Vietnam, de la de Kuway. Todos sufren del síndrome de stress post-traumático (PTSD), resultado muchas veces duradero de una exposición al horror. A veces, los recuerdos se ocultan en el subconsciente, después llegan años más tarde a perturbar la personalidad, lo que puede borrar las pistas y retrasar el diagnóstico. Durante los primeros doce años de práctica, Botkin se siente muchas veces frustrado por la ineficacia de la terapia llamada «de confrontación», entonces dominante. Se trata de enfrentar al paciente, de manera repetitiva y en un ambiente reconfortante, con sus recuerdos de experiencias traumáticas con la esperanza de debilitar poco a poco sus reacciones emocionales.

Es en 1990, al descubrir la EMDR, cuando Bokin se da cuenta de que puede obtener mejores resultados. ¡Mientras la terapia clásica pasa años para conseguir algún efecto, la EMDR produce cambios espectaculares a veces desde la primera sesión!» Y es en el tratamiento de la tristeza donde el método parece más exitoso.

Según Botkin, la mayoría de las personas afectadas presentan tres tipos de emociones: la culpabilidad, la ira y la tristeza. Se observa que la culpabilidad y la ira actúan como una protección contra la tristeza profunda; anima entonces a sus pacientes a ahorrarse estas dos emociones para concentrarse directamente en su tristeza. De paso, observa que los pacientes reaccionan mejor cuando cierran un momento los ojos, después de una serie de movimientos rápidos. La acción sobre la tristeza hace que desaparezcan la culpabilidad y la ira.



Primera experiencia de IADC (Induced After Death Comunication)

Botkin descubre realmente la IADC con un paciente al que llamaremos Sam. Sam luchó en Vietnam donde se relacionó con Le, una huérfana vietnamita de diez años a la que prometió adoptar y llevar a su casa. Un día. Mientras Sam y otros soldados ayudan a Le y a otros huérfanos a subir a un camión que debe conducirlos a un orfanato, son bombardeados. Cuando Sam descubre el cuerpo sin vida de Le yaciendo en el fango, se siente confundido y la tristeza no le abandona hasta su encuentro con Botkin en 1995. En sesión de EMDR, Sam puede ver a Le, convertida en una hermosa mujer de  largos cabellos negros, vestida de blanco, que irradia luz. Ella le habla y le da gracias por haberla atendido antes de su muerte. ¡Sam está en la gloria! Está convencido de haber estado hablando con Le y de haber sentido sus brazos en torno a él.

En un primer momento, Botkin piensa que Sam ha tenido una alucinación y que empieza a confundir lo real y lo imaginario. Pero después de varias reacciones similares con otros pacientes, el psicólogo decide ir más lejos.

Su primera sesión de comunicación post-mortem inducida tiene lugar con un tal Gary, cuya hija Julie murió a la edad de once años. Debido a una grave carencia de oxígeno en su nacimiento, la capacidad mental de Julie nunca superó el estadio de un bebé de seis meses. Como consecuencia de una crisis cardiaca, murió en los brazos de su padre.

Botkin recuerda: «Cuando Gary me contó esto, estaba llorando. Le propuse probar mi nuevo método. Aunque no era creyente, aceptó». Al final de la sesión, cuando volvió a abrir los ojos, «parecía completamente atónito», cuenta el terapeuta. Dijo: «¡He visto a mi hija! Estaba jugando alegremente en un jardín de colores variados y brillantes. Parecía con una salud perfecta, sin los problemas físicos que había tenido durante su vida. Me ha mirado y he notado su amor». Hablamos ampliamente de su experiencia. Gary estaba convencido de que su hija seguía viviendo, aunque en un lugar muy distinto.

Al cabo de algún tiempo, el entusiasmo de Gary se transforma en tristeza: le falta su hija. Vuelven a comenzar por tanto el ejercicio, concentrándose en esta falta. Gary cierra los ojos y permanece tranquilo algunos minutos. «Cuando volvió a abrirlos, cuenta Botkin, sonrió: “He vuelto a encontrarme en el jardín y Julie me ha mirado. Me ha dicho: Papá, estoy siempre contigo”». Julie jamás pudo hablar cuando vivía. Gary salió feliz, después de volver a conectar con su hija.

Un año después, Gary  confiará a Botkin que  se sigue sintiendo en contacto con ella. Deduce de esta experiencia que «la gente no muere realmente, cambian simplemente de estado y viven en un ambiente distinto, un ambiente muy hermoso».

En ayuda de los veteranos/

Un veterano de Vietnam, al que llamaremos Mark, nos cuenta su experiencia. Como piloto de helicópteros de combate, mató a mucha gente durante sus dieciocho meses de campaña en Vietnam, pero no logra digerir cierto episodio. Desprovistos de marcaciones y de banderas, cuatro barcos llenos de soldados vietnamitas han atravesado un límite de canal militar. Mark y los cuatro helicópteros que él manda pulverizan a estos barcos. Recuerda todavía los cuerpos proyectados por el aire. Dos semanas más tarde, se entera de que aquellos hombres eran aliados. La enormidad de esta impresión horrorosa le marcará profundamente.

En 2002,  Mark sigue una terapia en el hospital de antiguos combatientes donde ejerce Botkin. Acepta con entusiasmo la propuesta del terapeuta de probar la IADC. Tras la fase de movimiento de los ojos, se centra en el acontecimiento de los barcos. Cuando sale de la sesión, cuenta: «He visto venir hacia mí una patrulla de vietnamitas; curiosamente, adoptaban una formación a la rusa y no como los americanos. Han avanzado dos oficiales y me han dirigido la palabra en vietnamita». Mark no comprende su lenguaje hasta una segunda serie de ejercicios. En ese momento, aunque aquellos hombres siguen hablando vietnamita, Mark comprende sus palabras como por telepatía:

«Decían que comprendieron que yo había cumplido con mi deber, que no me guardaban ningún rencor, que se encontraban en un lugar mejor y que ya no tenía que preocuparme. Luego volvieron a marcharse. ¡Era realmente consolador, y me sentí aliviado!»

En  otra sesión de IADC, Mark puede ver a su hijo, muerto cuando aún era niño, en 1978, en brazos de una mujer a la que no reconoce inmediatamente. Más tarde, se da cuenta de que se trata de su madre, muerta también. Durante la primera sesión, el niño permanece silencioso, pero vuelve a aparecer en las siguientes, primero como adolescente, luego como adulto: «Mi hijo me ha dicho: “Papá, no te preocupes, todo va bien, te volveré a ver pronto”. Esto me deja perplejo, ¿voy a morir pronto?»

Mark vuelve a vivir también una de sus caídas de helicóptero, siente el dolor con toda intensidad: «Las imágenes son más claras que en un sueño; son realmente en tres dimensiones y nos envuelven. Hay que pasar por la experiencia para comprenderlo. No se trata de hipnosis. Esto da un poco de miedo, pero es muy real. Lo importante es que esto tranquiliza. La vida encuentra un sentido y continúa su curso después de esta experiencia. Es muy consolador.»

Otro veterano de Vietnam, Ivan Rupert, lleva en el fondo de sí mismo el recuerdo de una matanza. Fotógrafo de guerra, se encuentra una mañana ante un bus vietnamita que acaba de explotar. «Allí había cuerpos y trozos de cuerpos por todas partes, dice, pero lo que me dejó marcado, fue el de una mujer joven embarazada; se podía ver el bebé y el cordón umbilical que los unía…»/

Durante años, esta escena atormenta sus sueños hasta el día que hace una IADC con Botkin. Lo que le preocupa especialmente, es haber preferido hacer buenas fotos antes que auxiliar a las víctimas. Durante la IADC, la mujer vietnamita se comunica él. «Me dijo que estaba en un lugar mucho más agradable y me convenció de que no soy el monstruo que me creía, que no tenía nada que reprocharme.» Rupert no puede decir si ella le habló en inglés o en vietnamita. «Era una comunicación de espíritu a espíritu, de corazón a corazón». A Rupert no le cabe la menor duda de que estuvo en comunicación con esta mujer. «Al principio, cuando me explicó, era muy escéptico, me resultaba un galimatías. Sin embargo, era real, estoy seguro de que no fue ni alucinación, ni estado hipnótico. Deseo que se conozca y se proponga este método a los veteranos, esto les aportaría un gran alivio.»

Testimonio de terapeutas IADC

Instalado ya por cuenta propia, Botkin enseña la IADC a otros terapeutas, entre ellos a Laura Winds, de Washington. Ella da testimonio de los cambios espectaculares observados: «Lo que me llama la atención es la calma que manifiestan los pacientes.» Recuerda el caso de una señora que, al ver a su marido que se había suicidado con un arma de fuego, exclamó: «¡Pero bueno! Jim está aquí en el dintel de la puerta!» Por parte del difunto, siempre el mismo mensaje tranquilizador. Laura Winds cita también el caso de una paciente cuyo compañero había asesinado al hijo pequeño de dos años: ella vio a su hijo gracias a la IADC y pudo superar la pena. Antes de la terapia, era muy escéptica sobre la vida después de la vida. Actualmente dice que está segura de que ésta existe y que volverá un día a ver a su hijo.

Winds cree que de los veinte a veinticinco pacientes que ha tratado con IADC, todos menos tres han experimentado una curación total o parcial. «Se pueden observar realmente los sentimientos de amor y de paz que aporta la curación,» dice.

Otra alumna de Botkin, la Dra.Kathy Parker, de Roselle, en Illinois. Cree que ha tratado con  IADC a cincuenta o sesenta pacientes, con un éxito del 80 % aproximadamente. Uno de los casos más destacados se refiere a una mujer africana que había visto a su tía saltar sobre una mina. Durante la IADC, se le apareció la tía sonriente, asegurándole que siempre estaría a su lado. «Es extraordinario el porcentaje de curaciones que se pueden obtener, comenta Parker, es realmente un misterio, pero para mis pacientes y para mí es completamente real.»

Hania Stromberg, terapeuta de Albuquerque, Nuevo Méjico, se ha formado también con Botkin. En una treintena sesiones de IADC, estima en tres el número de fracasos. Explicación: «Ellos (los tres fracasos) no querían realmente implicarse; creo que se inhibían por sus miedos.»

Stromberg lamenta el hecho de que  las personas que sufren no se acerquen más a esta terapia dinámica. «Conozco a mucha gente a quienes les vendría muy bien; imagino que se precipitarían hacia ella. Pero la opinión dominante no está abierta a esto; a la gente le resulta difícil creer que los muertos puedan manifestarse a nosotros e influenciarnos. He tratado de sensibilizar a mis colegas terapeutas, pero inútil. El condicionamiento científico es muy fuerte cuando se aborda este tipo de cosas.»

Stomberg parece disponer de dones de clarividencia y de clariaudiencia que integra a veces en su práctica. Cuenta el caso de una cliente que lloraba la muerte de su madre y se sentía culpable por no haber cumplido ciertas obligaciones. Mientras dirigía el movimiento de los ojos, Stromberg captó una «presencia» que entraba en la habitación y vio a una mujer que llevaba un vestido de colores y tacones altos. Era la madre fallecida de la paciente. Decidió hablarle directamente, llamándola por su apellido familiar, recordando los problemas de su hija. Después de la sesión, la terapeuta comparó sus notas con el relato de su paciente; todo concordaba: el vestido de colores, los tacones altos, el apellido familiar, el tema de conversación.

Ni alucinación,

Ni hipnosis

Borkin afirma que la EMDR/IADC no implica hipnosis: «La hipnosis pone al paciente en un estado relajado y fijo, explica, mientras que la EMDR aumenta el proceso de información en el cerebro.» Sirviéndose de la analogía de un proyector de cine, describe la hipnosis como una ralentización del aparato y el EMDR como una aceleración.

Rechaza también las objeciones según las cuales las IADC serían alucinaciones: «La prueba irrefutable de ello es que los consultantes las describen como completamente distintas de todas las demás experiencias. Técnicamente, las percepciones alucinatorias son independientes de percepciones sensoriales, dicho de otro modo, están totalmente en la cabeza del sujeto, sin relación con la realidad exterior. Las alucinaciones ponen con frecuencia en escena emociones negativas, muy distintas de una persona a otra, y proceden de importantes desórdenes psicológicos. Mientras que la IADC implica las más de las veces un contenido positivo, parecido en una y otra persona, psicológicamente muy beneficioso. Además, las experiencias compartidas como en el caso de Stromberg con su paciente, excluyen la teoría alucinatoria.»

Botkin señala que se están llevando a cabo estudios científicos rigurosos en la universidad de North Texas y espera que confirmen los miles de observaciones registradas por él mismo y muchos otros terapeutas expertos en IADC.

«Tengo la convicción, dice, de  tener el deber moral de dar a conocer  al mundo esta técnica. Mi primera misión en este momento es ofrecer ayuda a los que la necesitan, como a los antiguos combatientes de Irak y Afganistán y a los supervivientes de catástrofes.»

Si lo que aquí testifican pacientes y terapeutas se demuestra un día científicamente, entonces pudiera ser que Botkin haya hecho el descubrimiento del siglo, incluso del milenio

FUENTE: http://elmitodeplaton.blogspot.com.es/2008/08/la-comunicacion-post-mortem-inducida.html

NOTAS:

(1) El texto subrayado y en negrita coincide con una parte importante del Ritual de iluminación que utilizan los chamanes para la sanación y que dice más o menos: "...Dialogar con la persona para tratar de llegar al fondo de la herida que desea sanar...que visualice la condicion sanada de su tema, y cuando la tenga invoque al Gran Condor, que lo vea venir y que vea como se lleva la condición sanada y evolucionada para guardarselo...Que la persona vuelva a conectar con el tema a sanar..."
(2) igualmente se asemeja mucho al ritual del nacimiento (sanación) expuesto en este Blog en: http://buscadordecausasperdidas.blogspot.com.es/2015/12/ritual-del-nacimiento.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario.